sábado, 14 de abril de 2012

EL DULCE SABOR DE LA VENGANZA

Tras varios encuentros que definiría como de los más calientes y morbosos de mi vida, desapareció, sin más.
Digamos que, a estas alturas de la vida, una no se asusta ni se sorprende con casi nada, pero, dada la complicidad que nos había unido, y la seguridad que pensé que tenía, llegué a estar realmente preocupada.
Ni una entrada en su página de una red social, ni una vez conectado al Messenger, desaparecido total y literalmente. Ni una contestación a mis mensajes. El último:
- Estoy preocupada, solo dime que estas bien.
Una contestación:
- Estoy bien y bla, bla, bla,
No recuerdo que mas ponía en el, pero si mi contestación
- Que te den.
La verdad es que la situación me entristeció. No solo por que hubiera desaparecido, si no por la frialdad con la que me tomé el tema.
Cuatro meses después, de nuevo aparece.
Otro mensaje, “hace tiempo que quiero darte una explicación, cenamos esta noche?”
No sabía si quería matarle o echarle un polvo. Decidí que mejor lo primero. A veces pensaba en el morbo que me producía, otras era mi mente vengativa la que salía a la luz. Dejé pasar otros cuatro meses en los cuales fue capaz, poco a poco, de ablandarme a base de que volvió a crear morbo en mi.
El definitivo, un SMS remitiéndome a una página de una red social.
En ese enlace me encontré la explicación que no le había permitido darme cara a cara.
Una metedura de pata, se titulaba.
En el explicaba que era tanta la complicidad y el morbo que le había unido a mi que, no queriendo ni pudiéndose permitir una relación, había referido salir corriendo.
Había sido un cobarde, es verdad, pero… pensar en la razón por la cual había huido sacaba mi orgullo.
Aún así, no estaba dispuesta a ir corriendo a sus brazos. Necesitaba vengarme, deseaba vengarme.
Habían pasado otros 3 meses de su reaparición y le propuse volver a vernos con una condición, que aceptara mi venganza.
Y aceptó.
- Dame la dirección de tu casa y espera mi llamada el viernes a las ocho y media.
Dos minutos después, tenía la dirección en mi poder aunque aún no sabía que sucedería.
Llegado el día, la tranquilidad que me invadía, al tiempo que el morbo, me asustaban. Pocas veces estaba tan segura de mi misma y de lo que quería, y le quería a el.
Pasada la hora convenida, le llamé.
- Cuando llame al telefonillo, métete en la cama y espérame desnudo y no te muevas a no ser que yo te lo diga.
Al llegar, la puerta estaba abierta, tal y como le había ordenado.
Recorrí toda la casa hasta llegar al salón. Allí me quité la ropa, despacio, pensando en la desesperación que debía sentir y sabiendo que, el ruido de mis tacones delataban mi recorrido.
Al llegar a la puerta de su dormitorio me paré en el quicio de la puerta, observándole, completamente desnudo, sobre la cama, esperando mi venganza, sin poder moverse a pesar del espectáculo que debía suponer para sus ojos lo que veía.
Apoyada en su puerta, observando, una mujer con un corpiño de liguero, sus correspondientes medias, unos zapatos de tacón altos, un gorro y sin bragas.
- Hay demasiada luz.
La primera lámpara estaba a mi lado, y la apagué, para apagar la segunda, me subo a la cama y paso por encima de el, dejando que note la humedad de mi sexo sobre su pecho, y dejo la puerta entreabierta para que sea la luz del pasillo la única que nos ilumine.
Un sutil y suave roce en sus labios y una pregunta.
- ¿Estas dispuesto a dejar que me vengue?
- ¿Que me vas a hacer?
- Solo te diré dos cosas, estamos solos, y no te voy a causar dolor, no necesitas saber nada más.
- De acuerdo.
Mi gorro tapa su cara para que no pueda ver mis movimientos.
Rebusco en mi bolso y saco unas esposas.
Sin mediar palabra, le inmovilizo y le quito el gorro para que pueda verme.
Mi sexo queda a la altura de su pecho, se que puede percibir el olor de mi excitación, pero, hasta aquí era hasta donde había planeado, el resto, sería improvisación.
De nuevo una pregunta.
- ¿Que me vas a hacer?
- Solo obligarte a que me des placer, a si que, empieza.
Coloco mi sexo sobre su cara, permitiendo que eleve su cabeza para empezar a lamerme.
Cada vez que un comentario del placer que está sintiendo sale de su boca, el caramelo se retira.
Me tumbo sobre el haciendo que su sexo se cuele entre los labios de el mío.
- No recuerdo haberte dado permiso para empalmarte.
- No, si no estoy empalmado.
Saco mi pecho del corpiño y lo pongo a la altura de su boca, permitiendo que lo bese, lo chupe… observando los gestos que le acompañan, como si quisiera saciarse de un dulce que le hubieran prohibido.
Vuelvo a sentarme sobre su pecho.
Reconozco que estoy disfrutando quitándole el caramelo cuando más lo está saboreando.
Sabía que mi maldad no sería mucha y que nos llevaría a una situación de morbo y excitación por encima de todos los límites sospechados.
Mi mente se bloqueaba por momentos, tenía que ir actuando sobre la marcha, exprimir todo el placer que me pudiera dar, y que, ya me estaba dando al ver la sumisión que estaba dispuesto a asumir para que mi cabreo desapareciera y le permitiera moverse a su antojo.
- ¿Que deseas ahora?
- Tu boca, quiero besarte.
- No, no me besaras hasta que no decida que puedes empezar a moverte libremente. Esa será la señal. Cuando te bese, te dejaré moverte, pero no tomar decisiones. Hoy mando yo y mi venganza no ha hecho más que comenzar.
Me escurro por su cuerpo, haciendo que su polla me recorra, hasta dejarla a la altura de mi boca.
De nuevo rebusco en mi bolso, cojo algo.
Comienzo a besar su sexo, a lamerlo mientras acaricio su ano; sus huevos en mi boca, succionándolos con fuerza, como para arrancárselos, y sus gemidos de placer, que me paran de nuevo.
Vuelvo a besar su polla, a follarme con ella la boca, a saborearla tras tiempo de deseo, mientras mis manos siguen trabajándose su culito.
Observa mis gestos y disfruta de ellos, quizás por eso sabe que alguna maldad le espera, sin embargo, un grito que sale de su boca.
Ni pequeño consolador le penetra.
Su cara refleja su excitación, la mía, la maldad, la picardía.
Los movimientos de mis manos no se si le causan placer o dolor, y, sinceramente, no me importa provocarle cierto dolor.
Su mirada suplica que empiece a follarle, pero es justo esa mirada la que hace que no ocurra.
De nuevo coloco mi sexo en su boca mientras me retuerzo y continúo moviendo el consolador.
Al placer de chupar mi sexo se une la excitación que le ha provocado sentir mi consolador en su culo.
Aun no deseo besarle, no siento la necesidad de unir nuestras bocas y comenzar una nueva lucha, esta vez con nuestras lenguas. No siento la pasión suficiente para hacerlo. Solo quiero sentirle mio, entregado a mis deseos y mis ordenes, sentir que, realmente le estoy castigando por lo que hizo, y disfrutar del placer que me provoca hacerlo.
Veo que el consolador le molesta, y se lo saco.
Deseo hacerle sufrir, pero solo mediante el deseo.
Le quito las esposas con una orden, que lleve sus manos a mi sexo.
Me coloca boca arriba sobre la cama y casi pidiendo permiso con la mirada, se cuela entre mis piernas mientras con sus manos, despacio, acaricia mi sexo con una mezcla de añoranza, deseo y pasión. Lo lame y lo besa, con calma, disfrutando del placer regalado. Comienza a subir, besándome despacio, hasta alcanzar mi boca, que, una vez mas, le niego.
La punta de su sexo comienza a colarse entre el mio.
Le tumbo boca arriba, ha controlado la situación demasiado tiempo.
Me tumbo sobre el, y, directamente, me clavo su polla en lo mas hondo de mi cuerpo.
Un gemido delata la sorpresa.
Comienzo a follarle, con calma, despacio, empieza a elevar las caderas, queriendo controlar los movimientos.
- Aun no te he besado, no puedes moverte si no te lo ordeno.
Permanece de nuevo quieto bajo mi cuerpo, que continua sintiendo su sexo y jugando con su deseo.
De nuevo inmovilizo sus manos sobre su cabeza, agarrándole con fuerza.
Le susurro.
- Ya te había advertido que tu castigo era darme todo el placer que te pudiera sacar, y lo estoy consiguiendo.
De nuevo intenta elevar sus caderas, pero esta vez no es necesario decirle nada, el mismo se da cuenta de su error.
Continúo follándole al ritmo que marca mi deseo, hasta conseguir el ansiado orgasmo.
¿Y ahora que?, mi mente intenta trabajar rápidamente, he de seguir con el juego, no puedo pararlo ahora, pero mi cuerpo y mi deseo necesitan un descanso, y el no se merece seguir recibiendo placer, aún no.
Me tumbo a su lado y vuelvo a rebuscar en el bolso.
De el saco dos objetos, un antifaz y un pintalabios, y se los entrego.
- Tienes 10 minutos en los que puedes hacer lo que quieras y si quieres, puedes usar estos objetos.
- Dos condiciones, no puedes abrir la bolsa, te oiría; y no puedes besarme.
- ¿Sabes donde va esto no?
Lleva el antifaz a cubrir mis ojos. Con el pintalabios comienza a dibujar unos labios que aún le son prohibidos, hasta que se da cuenta que no es color precisamente lo que da. La perfección del pequeño estimulador de clítoris, junto con la poca luz le ha engañado, y se ríe.
Acciona el aparato y continúa dibujando mis labios. No puedo verle, pero se que recorre con su vista el dibujo imaginario de esos labios que, lo se, ahora mismo, es lo que más desea.
Utiliza el juguete para recorrer un cuerpo que está deseando disfrutar sin ese juego marcado, hasta llegar a mi sexo.
Lo acaricia y lo penetra con sus dedos.
Sin que se percate, me quito el antifaz y le observo. Sentado a mi lado, de espaldas a mí, disfruta de la visión que le procura el juguete abriendo mis labios. Parece calmado, disfrutando de ese pequeño regalo de recrearse en lo que tanto desea sin las condiciones impuestas.
Se percata de que le observo y se vuelve.
- Estas haciendo trampas.
- Te recuerdo que mando yo, yo decido cuando me lo quito y cuando me lo pongo.
Coloca su cuerpo sobre el mío, haciendo que su polla se cuele entre mis labios y dejando el juguete entre ambos cuerpos.
Es en ese momento cuando mi deseo de sentir el calor de su boca no se resiste y comienzan apasionados y hasta cariñosos besos acompañados de caricias que recorren ambos cuerpos. La pasión nos invade, el deseo, esa complicidad que, una vez, nos dio tanto miedo. Cada poro de nuestra piel recibe las caricias del otro con ansia y calma. Cada centímetro de nuestro cuerpo espera ser tocado por el otro, cada rincón de nuestro ser espera una caricia.
Miro el reloj.
- Hora y media hemos tardado en acariciarnos.
- Cosa del morbo, supongo.
Cosa del miedo, pienso, mientras sus manos recorren, despacio, mi pecho y su sexo se cuela, de nuevo entre el mío, separándonos solo el juguete.
Comienza de nuevo a penetrarme, esta vez acompañando el momento con apasionados besos, peso no es mucho el tiempo que le permito tener el control.
- Han pasado los diez minutos.
- Dame diez minutos mas.
Le tumbo y me coloco, de nuevo sobre el, follándole, esta vez sin calma, con una fuerza casi salvaje. De nuevo tengo un orgasmo, tras el cual, decido hacer un parón.
Vamos al salón y encendemos sendos cigarros.
Una pequeña charla sobre como nos ha ido la vida en tantos meses y una visita a la cocina, no se bien con que excusa.
Allí, depie, semivestida como estoy, me hago consciente de que, sus besos y caricias han ablandado mi castigo.
Comenzamos a besarnos y acariciarnos, al tiempo que mi mente recuerda el papel que he asumido.
Siento y deseo sus caricias, pero no permitiré que su mente descanse.
- Sabes que aún no te he castigado como deseaba ¿verdad? Esto solo ha empezado.
- Lo se.
- Te espera lo peor del castigo.
- Hasta ahora el castigo me ha encantado.
Y a mi, está claro, pero… bufff, mi mente, no tiene límite.
- Estoy pensando que no me conformaré con el castigo de hoy.
- Si todos los castigos son como este, estaré encantado de que me castiges cuando quieras.
- Ya he pensado en el siguiente.
Lo estaba pasando genial. Estaba disfrutando mucho, pero, el estado de excitación en el que me encontraba, requería, incluso para alguien como él, de ayuda para satisfacerme completamente.
Su mirada me lanza una pregunta.
- He pensado que, de nuevo seré yo quien mande otro día, pero, antes, has de buscar otro chico, que sea muy bi, por que te quiero ver en las actitudes más calientes y morbosas que te puedas imaginar con otro tío.
- Si me pongo a buscar un tío y cuento lo que ha ocurrido hoy, seguro que salen a cientos.
- Confío en ti, se que sabrás escoger a un chico que me guste.
- Buscare una buena polla para que entre los dos te dejemos bien a gusto.
- Sabes que no quiero una buena polla.
- Tienes razón, tú quieres una buena mente, que sepa mantener el juego y el morbo que crearás para nosotros, para ti.
- No todos los hombres sabrían entrar en esto. Haz ese casting para mí. Regálame una buena mente con la que jugar.
- Te lo buscaré.
Mi nuevo juego le ha puesto, otra vez muy caliente, habríamos follado, de nuevo en la cocina, si no fuera por que no tenemos preservativos a si que, volvemos al salón.
Me siento en el sillón, acariciándome, mientras el va hacia el dormitorio.
Se que una de las cosas que mas le excitan es ver a la otra persona masturbarse.
De hecho, recuerdo, en un anterior encuentro, a ambos cuerpos frente a un espejo, masturbandonos para el otro.
Cuando vuelve, permanece unos segundos quieto, observando la escena.
Se sienta en la otra parte del sillón y comienza a acariciarse, observándome.
Definitivamente, sus besos y caricias y la manera en la que accede a todos mis deseos, me ablandan por momentos y sin darme cuenta, toma el control, comenzando a follarme en el sillón.
Tras un rato de juegos y penetración…
- Vete a la ducha, estas sudando.
- ¿Me frotarás tú?
- Ve a la ducha y ya veremos.
Sin tiempo de calentar ni siquiera el baño, se cuela bajo la ducha mientras comienza a echar gel sobre su cuerpo y yo observo por un hueco de la mampara.
Su polla, completamente en horizontal, recibe el gel, como si de un chorro de miel se tratara, lo que aumenta mi deseo de llevarla a mi boca.
Le acaricio recorriendo su cuerpo con mis manos llenas de jabón.
Sale de la ducha y le tiendo el albornoz, mis manos van de su pecho a las piernas, dibujando dos líneas paralelas, al tiempo que me agacho, dejando su polla a la altura de mi boca.
- Pocas cosas me gustan más que una polla recién lavada.
Me encanta. La sensación de su polla en mi boca y estar en cuclillas, frente a el, con el pecho libre de ataduras y el coño al aire, sintiendo como se humedece de nuevo, ante esta imagen.
- Ahora ya estas preparado para recibir tu castigo de verdad.
Agarro su mano y le llevo al borde de la cama, donde le ayudo a terminar de secarse.
Le hago tumbarse y abro, de nuevo el bolso.
Le pido que se tape los ojos, pero un estado de nerviosismo, que me produce una sensación de excitación y dominio nunca antes conocida, le invade.
Antes de sacar un nuevo objeto, tapo su cara contra mi cuello, viendo que hace trampas; y el nuevo objeto recorre su espalda.
Me mira, como intentando ver en mis ojos de que se trata.
Una suave caricia le recorre y no acierta a adivinar que es, o, quizás, espera de mi una maldad mayor, que es lo que le despista.
- No se que es, pero supongo que no solo hará eso ¿no?
- Solo hace eso.
Las plumas pasan a acariciar su pecho, subiendo hacia su cara y, produciéndole unas cosquillas que le hacen cerrar los ojos.
Me regala una sonrisa cariñosa.
De nuevo escondo su cara entre mi cuello y un nuevo objeto recorre su espalda.
Vuelve a mirarme, intentando averiguar de qué se trata. Un pequeño azote se lo dice.
Le muestro el objeto, una pequeña fusta que, lejos de asustarle le pone aún más cachondo si eso puede ser. Pero sabe que tampoco es ese el objeto de su castigo.
De nuevo le hago cerrar los ojos. Esta vez, tapándoselos con mis manos. Soy consciente del miedo que siente, superado solo por la excitación.
De repente, un ruido invade la habitación, y el da un salto en la cama, quitando de golpe la mano que tapa sus ojos.
- No, eso si que no.
Una sonora carcajada sale de mi boca.
- Te has asustado.
- Si, el ruido me ha asustado, pero verlo me ha asustado más. Sabes que no puedes hacerme eso, no tengo suficiente entrenamiento.
Su cara de picardía hace que quiera comerle a besos.
Lo se, solo era un juego, el arnés que me han prestado me ha dado miedo hasta a mi.
- Sabes que he venido a castigarte y lo voy a hacer.
- Sabes que con eso no puedes castigarme.
- Lo se, en cuanto lo he visto, lo he pensado, pero eso solo significa una cosa, que mi fantasía y esta parte de la venganza quedan pospuestas para otra ocasión.
- Y sabes que te dejaré hacerlo, pero no con este arnés.
Las manos de ambos recorren el juguete, como si de un pene real se tratara. Las miradas de excitación van de uno a otro.
- Póntelo, quiero verte con el puesto.
Me ayuda a ponérmelo, mientras lo acaricia. Pone algo de distancia entre ambos y me susurra.
- Estas preciosa cariño.
Esas palabras, mi propia imagen, y el acariciándome un sexo imaginario hacen que mi excitación vuelva a estar descontrolada.
Se tumba junto a mí, con su cabeza a mis pies, y acaricia y lame el juguete, mientras yo le correspondo.
Sus dedos se cuelan bajo el arnés, penetrándome con fuerza, sus ojos se dirigen hacia los míos, buscando la aprobación de lo que están viendo. La cara de vicio y deseo que acompañan cada lametón, cada beso, cada caricia que imprime al juguete me están llevando a un estado de éxtasis pocas veces conocido.
Ahora tengo claro que, el castigo que le he propuesto de buscar un compañero de juego para ambos, es lo mejor que se me podría haber ocurrido.
Pienso en como será verle jugar con una polla de verdad y la ansiedad me invade.
Retira el arnés y se tumba.
Me coloco sobre el y de nuevo, empiezo a follarle, solo que esta vez, le digo al oído.
- Ahora si te puedes mover, quiero sentir toda la pasión que llevas dentro y que llevas toda la noche controlando.
Me besa, agradeciendo mi gesto, y comienza a moverse bajo mi cuerpo, mientras mis gemidos de placer le invitan a continuar.
Nuestras manos se recorren, nuestros besos se vuelven, si cabe, mas apasionados, nuestros cuerpos se funden en uno solo, apartando, aunque sea por unos minutos, el miedo.
Los gritos salen de mi boca, los susurros de la suya.
- Córrete otra vez para mí, quiero que me empapes de nuevo la polla.
Sabe bien que decir, saber perfectamente que hacer para que mi cuerpo pierda el control sobre si mismo y se lo entregue. Sus besos, sus caricias, sus susurros, sus movimientos bajo mi cuerpo me llevan, de nuevo, al orgasmo.
Me tumba junto a el y comienzo a acariciarle.
Tras un rato, un nuevo susurro.
- Tócate, quiero verte.
Mis manos comienzan a acariciar mi propio sexo mientras, el, de rodillas junto a mí, comienza a masturbarse rápidamente.
De cuando en cuando cuela una mano en mi sexo, sin disminuir el ritmo de las caricias que se está produciendo.
Toca mi pecho, pellizcando suavemente mis pezones, lo que hace que me retuerza, mientras mis ojos no se separan de los suyos.
Deseo que descargue su pasión sobre mi cuerpo; sentir el calor de su leche sobre mí. Le miro, viciosa, pidiéndole lo que me pertenece mientras muerdos mis labios y continúo acariciándome, cada vez más rápidamente.
El observa el movimiento de mis manos, las palabras de mis ojos, el deseo de mis labios, y, por fin, me da el merecido premio, que, por medio de caricias extiende por mi pecho.
En un nuevo gesto cargado de morbo, chupa su dedo y, a continuación, recorre con el mis labios, para besarme después, con toda esa pasión que tanto miedo nos da.
- Me ha encantado tu Dulce Venganza. Estaré dispuesto a tus nuevos castigos cuando quieras.
- Los tendrás, ya lo sabes.

CONTINUARA?
QUIEN SABE?

4 comentarios:

COMPLICIDAD PERSUASIVA dijo...

REINAMORA DIJO:

nena, recuerdo perfectamente el día que leí esta venganza!..uff!
sabes que durante muchisimo tiempo fue una busqueda...que no llego nunca a su fin..
de todo lo que he leido de ti, este sin duda es el que mas me llego...tu sabes muy bien porque.
me encanta, simplemente...que dulce el sabor de nuestra venganza!
14 de noviembre de 2011 11:48

COMPLICIDAD PERSUASIVA dijo...

UTOPICA DIJO:

pues que sepas que me has dejado con mucha curiosidad...!
que estarás tramando..!
pero nena sabes que hace tiempo deje de tener miedo!
a si que adelante...!
SORPRENDEME.....! que me hace muchaaa
falta!
14 de noviembre de 2011 18:59

COMPLICIDAD PERSUASIVA dijo...

ANONIMO DIJO:

sabes que yo no te habría dicho nunca que no, a pesar del tamaño del arnés
26 de noviembre de 2011 16:06

COMPLICIDAD PERSUASIVA dijo...

UTOPICA DIJO:

Lo se, por eso practico, para el día que lo use contigo...
27 de noviembre de 2011 14:37