jueves, 26 de marzo de 2015

EL MORBO GANÓ por Utópica


No sabía que me ocurría. Es verdad que mi estado natural  estanir cachondo, pero aquel día lo estaba especialmente; sentía que era capaz de todo.
Quizás lo que había disparado aun más mi lívido, ya de por si disparada, había sido la visión del escote de mi vecina del quinto en el ascensor.
Cuando se abrió la puerta y la vi, no pude evitar llevar mi mirada a sus pechos. Ella me sonrió provocadora, sabiéndose deseada; quizás tambien excitada de ver el deseo que provocaba.
Eso había ocurrido por la mañana y entre medias había trascurrido una larga jornada de trabajo, pero aún se me levantaba al recordarlo.
Con Alicia en mi pensamiento pase al baño de la estación de metro, sin darme apenas cuenta de que en lugar de agarrar mi polla, casi la acariciaba.
Fue entonces cuando  vi a mi vecino de baño observando mi polla erecta y sonriendo.
Un tío alto, como yo, al que por supuesto no había visto en mi vida.
Ambos sonreímos y seguimos mirando al frente pero intuyendo una sonrisa en la boca de mi vecino. Noté que volvía a mirar mi polla y me volvía a mirar a mi. Otra sonrisa, esta vez acompañada de un gesto pidiendo permiso. No contesté, pero mi sonrisa nerviosa debió parecerle un si, porque a continuación note como su mano me acariciaba, pero antes de poder decirle que no, que estaba en un error, que yo era hetero, mi polla se puso como un palo.


Le deje hacer y dos minutos después, mi mano fue hacia sus huevos.
La puerta nos asusto y nos soltamos. Corrí a encerrarme en el water. Mi cabeza daba vueltas. ¡Que coño había hecho!!! ¿Como había acabado  dejando que un tío me tocara la polla? Es verdad que, a veces, se me pasaba por la mente cuando estaba muy cerdo, pero, joder... No me gustaban los hombres.
Escuchaba nervioso esperando que el inesperado visitante saliera convencido de que mi vecino de urinario había salido ya.
La verdad es que había disfrutado. Volver a revivirlo hizo que se me volviera a poner tiesa. Me gustaba sentirme así de cerdo. Era como un bucle. Cuanto mas cerdo me sentía más me excitaba, y cuanto más me excitaba, más cerdo me sentía y cosas más fuertes me apetecía hacer. Por fin escuche la puerta y me decidí a salir.
- Déjame pasar
- Pe, pe pe.. ¿No te habías ido?
- No, me ha encantado tu polla, no me iba a ir sin al menos intentar comértela .



No tengo un recuerdo muy claro de que pasó después, pero, unos segundos después estaba de rodillas frente a mi, con toda mi polla dentro de su boca. De vez en cuando me decía lo guarros que éramos y eso me excitaba. Agarré su cabeza y echó las manos atrás, como dándome permiso para follarle la boca. Ahora recuerdo que actué casi con brutalidad y sentía que eso le ponía aun mas cachondo. Pedía más. Gritaba pidiendo leche. Volvimos a escuchar la puerta y me paré. Me hizo un gesto de silencio y volvió a meterse mi polla en la boca. Vocalizó dà-me-la. El inesperado visitante hizo que me pusiera más cachondo y la cara de cerdo de mi nuevo amigo  hicieron que no pudiera más y regara su cara. Se levantó, se limpió la cara, y me susurro al oído... Si no fuera porque tambien soy hetero te pedía que me follaras el culo.
Me guiñó un ojo y se fue.
Volví a la realidad lo justo para decidir esperar un buen rato antes de salir. Me moría de vergüenza, pero lo cierto es que esa fue una de las experiencias más morbosas de mi vida.
Soy hetero, sigo siendo hetero; pero soy un cerdo, y eso, ni puedo ni quiero evitarlo.


P.d. Este relato sale de largas conversaciones a las tantas de la madrugada. Si esto no es complicidad, querido amigo, no se donde buscarla.