miércoles, 21 de marzo de 2012

CASTIGADA

Sabía que habías rebuscado en mi cajón de lencería pero me había hecho la tonta y había dejado que siguieras con la sorpresa. Habíamos salido de casa a cenar. Estaba segura de que aquello no era lo único. Acabamos en un restaurante del centro; la cena trascurría con normalidad, te notaba nervioso, pero callaba. De cuando en cuando mirabas el reloj y el móvil, algo poco usual en ti; se te escapa una leve sonrisa e intuyo que ha llegado el mensaje que esperabas. Pagas sin darme opción de postre o café y me haces salir del restaurante para entrar en un edificio casi contiguo, pasando antes por el coche a coger mi bolso blanco, famoso por esconder objetos para la lujuria. No me di cuenta cuándo lo bajaste al coche, ni sé qué lleva dentro en esta ocasión. Me miras esperando algún gesto por mi parte. Algo que te haga intuir que imagino que hay una sorpresa pero mi gesto impasible te desespera. Sabes que soy capaz de la mayor frialdad cuando quiero. Tenías preparada la excusa de que íbamos a ver a unos amigos pero no es necesaria, sigo sin preguntar. Esa actitud es la que te ha llevado a decirme en varias ocasiones esta semana que estoy castigada. No sé si lo que me espera es tu castigo, pero estoy deseando averiguarlo. Al llegar al rellano, encontramos una puerta parcialmente abierta y paso agarrada a tu mano. Del bolsillo de tu pantalón sale un antifaz que me colocas. Acepto sin decir una sola palabra.
- ¿Ves por qué te odio? ¿Cómo puedes permanecer indiferente?
- No estoy indiferente, confío en ti.
- ¿No tienes ni el más mínimo miedo a mi castigo?
- Sé que no será nada malo.
- Pues yo, en cambio, espero que lo pases fatal.
Guiada por tus manos me encuentro en un baño, quitas mi antifaz y me ordenas:
- Ponte esta ropa, cuando estés preparada, me avisas.
Mi corsé, medias de liguero, zapatos de tacón imposible, creo que se te han olvidado las bragas....
Me cambio con cierta calma, aunque por dentro me comen los nervios.
Cuando estoy preparada, te llamo.
Abres la puerta lo justo para pasar, me colocas de nuevo el antifaz y salimos del aseo.
Me sientas en algo que parece una butaca, y noto como unas esposas comienzan a inmovilizarme de pies y manos a ella.
Unas manos, cuyo número no acierto a adivinar, empiezan a recorrer mi cuerpo.
Ahora sí estoy nerviosa. Sé que estás a mi lado, pero no puedo evitarlo. Siento que me observas pero soy incapaz de saber si alguna de esas manos es la tuya o estás limitándote a observar la escena. Las manos que suben por mis muslos son de mujer, he sentido sus uñas en uno de los movimientos. Unos labios besan suavemente mi cuello. Creo adivinar que eres tú, pero una barbita de dos días rozándome me hace darme cuenta de mi error.
Peligrosamente, una de las manos se acerca a mi sexo. Sin embargo, no estoy excitada. Estoy más pendiente de averiguar qué está pasando a mi alrededor, si detecto manos conocidas, si algún susurro me ayuda a saber de quienes se trata, que de disfrutar. Me conoces bien y lo sabes. Debes hacer un gesto porque las manos comienzan de nuevo al principio de sus recorridos. Es entonces cuando, por primera vez me das muestras de tu presencia. Siento tus susurros.
- ¿No te gusta nenaza? Creí que estabas deseando que te castigara.
Callo respirando ansiosa.
- ¿Estás nerviosa? Yo estoy aquí amor, disfruta, disfruta de tu merecido castigo.
Tus palabras logran tranquilizarme un poco pero, aun así, no siento le excitación que debería. Unas manos van a mi pecho, sé que son las tuyas, nadie más tiene tan claro cómo y dónde ha de tocar.
- Te quiero muy perra, nena, a punto de estallar, y te juro que no van a parar hasta conseguirlo.
Coges mis labios besándolos con una tremenda pasión mientras sigo notando las manos recorriendo mi cuerpo.
Ahora sí, la mano que recorría el interior de mis muslos ha llegado a mi sexo, y lo acaricia despacio. Comienza a responder con humedad y deseo...Los movimientos son suaves, de manos de mujer. De cuando en cuando, siento su lengua haciéndose con el jugo que sacan de mi cuerpo. Ahora sí siento constantemente tu presencia en mis labios, en mi pecho... La situación también te tiene excitando.
Elevo ligeramente mis caderas en un intento de que agilice los movimientos.
- Quédate quieta, sabe lo que deseas pero, simplemente, no va a dártelo. ¿Estás excitada?
- No
Tu mano se cuela entre la boca de nuestra amiga y mi sexo.
- Pues para no estar excitada, estás muy mojada...
- Será su lengua.
Te ríes.
- Eres una cabrona pero esta batalla no la ganarás Lady Nudos.
Agarras mi cara con brusquedad, besándome cabreado. Las manos no dejan de tocarme y yo no paro de retorcerme excitada y cabreada, deseosa de sentirme libre y poder darle a mi cuerpo lo que necesita. Noto algo que roza mis labios, me tiro a ello, ansiosa por sentir el sabor de tu polla, pero rápido me doy cuenta de mi error. Es un pecho, el pecho de nuestra amiga; aún así, comienzo a morderlo suavemente, ávida de poder hacer algo.
La boca de la chica se hace con la mía, lo noto por el sabor de mi sexo en ella. Mientras lo hace, retira mi antifaz. Está tan cerca que apenas puedo percibir la belleza de su rostro pero pronto se aleja lentamente mostrándome una bellísima cara, con un gesto de maldad divertida.
Camina hacia atrás sin separar su vista de la mía, otro paso y veo sus pechos, perfectos, probablemente operados. En otro paso me deja ver su sexo.Sí, sus pechos están operados.
Mi vista se aparta de ella lo justo para ver que al final del recorrido que ha iniciado, estás tú.
- Ni se te ocurra zorra, no te arrimes a él.
Me sonríe maliciosa, su gesto es de triunfo, como el tuyo
- Cabrón, no la dejes. Apártate de él.
Pero sigue su camino hacia atrás.
Al llegar junto a ti, comenzáis a besaros.
- Cerdo cabrón, sabes que quería esto, pero no así, no atada y sin poder participar.
Vuestras miradas no se apartan de mí, mientras esa zorra empieza a desabrocharte la camisa, besando el espacio que va dejando libre de ropa.
- Te odioooooooo.
Empiezo a retorcerme en la silla, moviéndola; es entonces cuando veo a los dos chicos que han estado todo el rato a mi lado, intentando que me esté quieta.
- Soltadme,
Grito desesperada.
- Soltadme, joder.
Pero es justo lo contrario, con su fuerza me aprisionan más a mi cárcel impidiendo cualquier movimiento. Ella ya ha desabrochado tu pantalón, y fuerzas sus hombros para hacerla bajar a la altura de tu polla. Te deshaces de la ropa para quedar completamente desnudo, bien a la vista y que no me pierda ninguno de vuestros movimientos. Echo mi cara a un lado, pero los chicos me agarran obligándome a mirar al frente.
- Eres un cabrón, te odio.
- Mira zorra, ¿no era esto lo que querías?, dices
Mientras te come, entre las piernas de la muy guarra puedo ver como su polla, ya erecta al salir de mi lado, está completamente empalmada.
- Puta, eres una puta guarra, le grito, cuando lo que desearía sería estar junto a vosotros.

Mis caderas se mueven adelante y atrás y los músculos de mi sexo se contraen una y otra vez.
- Tocadme, por favor, necesito que me toquéis.
- Uins, creo que tu chico se enfadará mucho si lo hacemos.
Mis pezones están duros como si estuvieran recibiendo algún contacto, al igual que el resto de mi cuerpo. No puedo mas, necesito que alguien me toque o voy a volverme loca.
- CABRONNNNNNNNNNNN, vuelvo a gritar.
El corazón late rápido, a punto de salirse de mi pecho.
- Ven cariño, ven, te necesito, digo con un tono más que suavizado.
Agarras a tu amiga por el pelo, una larga melena castaña, hasta hacerla levantarse, la besas sin separar tu vista de mi rostro desencajado, sonríes, sabes que estás triunfando, que éste es el peor castigo que podías llegar a darme.
Le das media vuelta, haciendo que se apoye en una mesa a cuatro patas y, sin dejar de mirarme, empiezas a follarla.
La muy puta grita de placer, está cachonda como una perra, y me mira de nuevo.
- Os odiooooo, te odioooooooo.
Parece que no escucháis mis gritos. De nuevo empiezo a mover la silla donde me tenéis inmovilizada y, otra vez los chicos me paran. Detengo mis movimientos, agotada por el esfuerzo, y uno de los chicos va hacia vosotros, comenzando a tocar la polla de vuestra amiguita.
- Zorra, eres una zorra, espera que me desaten.
Mis gritos sólo se ven ahogados por los gritos de placer de la chica al ser follada mientras otro de los chicos pajea su … hay que decirlo, más que generosa polla.
Mi respiración es entrecortada, excitada y nerviosa, tengo la sensación de estar a punto de estallar, o me tocáis o me volveré loca.
Un grito mayor hace que salga de mis pensamientos, la zorra se ha corrido. Tiras de su pelo hacia atrás y la besas con pasión, sacando tu polla de su culo.
Se pone frente a ti y te devuelve el beso.
Me mira.
- Gracias guapa, tu chico sí que sabe como tratar a una zorra, y me guiña el ojo.
Escupo hacia ella con cara de odio pero está demasiado lejos para poder llegar. Sin decir nada más, los tres desaparecen tras una puerta. Antes de que la cierren vuelvo a gritar.
- Ya te pillaré zorra.
Despacio, con una sonrisa impasible, vienes hacia mí.
- Ni se te ocurra tocarme ahora, vete a follar con esa puta.
Paso a paso, sin responder a mis palabras vienes hacia mí.
- No me toques, no se te ocurra.
Pero el puto lenguaje de mi cuerpo dice lo contrario. Mi entrepierna chorrea. Mis pezones están como piedras. Mis piernas están tensas. Y mi boca te desea más que nunca. Desatas una de mis manos que, en cuanto se ve libre comienza a golpearte, tu te ríes, supongo que, aparte de que mi acción es un gesto más de tu triunfo, el estar inmovilizada y la tensión hacen que no tenga fuerza.
- ¡Quieta fieraaaaa! ¡que estás deseando que te desateeeee!
Sueltas mi otra mano, no me muevo, estoy agotada, desatas mis piernas.
- ¿Y ahora que? Me preguntas, en cuclillas frente a mí.
De un movimiento, te tiro al suelo, clavándome en tu polla. Apenas un par de penetraciones son suficientes para que me corra, si hubieras estado un poco mas follando con ella probablemente me habría corrido sin necesidad de follarte. Entonces, me paro sobre tu cuerpo. Agarras mis caderas con fuerza, intentando que vuelva a moverme.
- Sigue, sigue follándome.
- Muy mona, muy puta, y con mucha polla pero, ¿tengo que terminar yo? Ve a que te folle ella.
- Sigue cabrona, sabes que lo deseas tanto como yo.
- No, ya me corrí.
Sonríes divertido, sabes que me muero por más, y te hace gracia mi absurda venganza.
Me quitas de encima de ti; levantándote, agarras mi mano para ayudarme a que haga lo mismo, encaminándote al sillón, mientras me dices.
- Me vas a follar tú, o en serio prefieres que la llame a ella.
Se la escucha jadear al otro lado de la puerta; no, creo que ella ya se está llevando más de lo que se merece. Me siento sobre ti en el sillón cabalgándote con más fuerza según se elevan los jadeos de tu amiguita sin dejar de mirarte a la cara con rostro enfadado. Agarras mi pelo, besándome, y depositando en ese beso todo el deseo contenido. Me abrazas.
- Me encanta cuando me follas pero, si estas cabreada, más, jajajajaja.
- Te odio
- Así me gusta, conseguí lo que quería, ahora, sigue follándome, dices mientras agarras mis manos hacia mi espalda.

Este es mi merecido castigo, mi castigador está comprando vaselina, porque sabe, que, algún día, el castigado será él, y, quizás, la historia se merezca otro relato.