martes, 17 de enero de 2012

MIA SERA LA VENGANZA PARTE III por Látigo CONTINUACION DE LADY NUDOS





Primavera... de esas que se asemejan más a un suave verano. La habitación del hotel da hacia el mar. La luz pasa, tamizada por los visillos, y dibuja las líneas de un cuerpo de mujer... que dormita al lado de un afortunado caballero. Ella, abandonada al sueño. Su rostro relajado. Él... observándola, rozando su piel como si quisiera recordarla durante mucho tiempo después de que marchase de nuevo; guardando en la memoria hasta su olor, su visión, su tacto.

¡Soy ese afortunado!

Llegó ayer desde tierras “de secano”. Nos saludamos nuevamente, nos dijimos todo cuanto teníamos que decirnos, nos contamos cosas sobre nuestros queridos amigos comunes y sobre la vida cotidiana de cada uno, comimos, salimos, nos divertimos... en ocasiones, hicimos el amor y en ocasiones... ¡hasta follamos!

¡Mirada al reloj!. ¡Tardísimo!. Decido despertar al ángel que no tarda en convertirse en diablillo. Cariños, caricias, besos. El paraíso en un cuarto de 4x4.

¡Ese diablillo... eres tú!

Te propongo salir a “desayunar tardísimo” (je, je)... o a comer... o ambas cosas. Pasearemos por este pueblecito costero. Haremos fotos... ¡y aunque tú no lo sepas aún... me vengaré de ti!.

Te comienzas a vestir. Suben las delicadas braguitas por la suave piel de tus piernas y te miro complacido pero -mientras- he abierto el cajón de mi mesilla y he sacado la brida de nylon más larga y un diminuto candado. Me acerco a ti por tu espalda mientras, mirándote al espejo, te pones tu precioso sujetador... y con un rápido movimiento que te deja sorprendida circundo tu cintura con él. Las pequeñas anillas de teflón de cada extremo del cable se encuentran una con otra delante de tu bajo vientre... y con un rápido movimiento de la mano derecha, engarzo el candadito y lo cierro.

- Pero... ¿qué  haces? –preguntas genuinamente sorprendida.
- ¿Te acuerdas de aquella vez que me ataste... para dejarme abandonado en las fauces de nuestra querida Reina? ¿Te acuerdas de cómo apretabas los nudos para hacerme sentir tu control? ¿Te acuerdas de cómo disfrutaste mientras ella, literalmente... me merendaba?
-Me acuerdo de los gritos de gusto que dabas –ironizas con sorna y una disimulada, pero creciente inquietud. El paso de la romántica escena en la que se representa a una pareja que acaban de entregarse el uno al otro con amor, con caricias, con besos... a esta nueva obra, en la que el escenario se ha vuelto más oscuro e incierto, en la que esos mismos ojos han abandonado la ternura y ahora te observan brillantes, fijos... perversamente a través del espejo, te ha cogido realmente por sorpresa.
-Bueno... pues de esta manera, te acabo de atar, de someter a mi control...
-¿Con esta cuerdecita? –ries- ¡Amos, anda!.
-Es nylon. Es un hilo finito, sí, pero te cortarías la piel antes de romperlo si tirases de él con tu cuerpo. ¡No lo hagas!. Tiene una sección suficiente para que necesites algo cortante... o la llave del candado.
-¡Bueno...! ¡No me tienes presa para nada...! ¡Todas las mujeres llevamos alguna lima o tijerita... o algo en el neceser! ¡Vaya cosa! ¡Sin embargo yo te até a ti como a una res...!
-¡Yo te he atado simbólicamente, cielo! ¡Ya se que si tu quisieras te liberarías de este lazo que, sin que tu lo sepas, te va a someter a mi voluntad... pero los nudos con los que me inmovilizaste a mí eran también simbólicos... por que si te lo hubiese pedido en serio, me habrías terminado por soltar...!
-¿Tú crees? ¡No lo se, muchacho!
-¡Si tu no quieres entrar en mi juego, eres libre de decírmelo, o de pararlo cuando quieras! ¡Yo, por mi parte, te prometo que no te haré daño físico... o moral! ¡No me aprovecharé del control que tú me vas a ofrecer sobre ti, ni te arrepentirás de someterte a mi deseo!

Sabes que dirás que sí. No eres de esas mujeres a las que no les gusta jugar. Siempre tienes curiosidad y confías en mí... aunque aún queda ese resquicio de... desconfianza. Te parece raro lo que te acabo de hacer. No te habrías sorprendido tanto si te hubiese esposado a la cama de repente... ni si te hubieses despertado atada, pero... ¡esto es cuanto menos... “curioso”!
-¡Este sedal a partir de ahora, para ti, es como si fuese un fino alambre de acero... e incluso como una de tus cuerdas, amor. ¿Me dejas que te siga sorprendiendo? –te susurro. Lo que no sabrás nunca es que me llegué aplantar usar hilo metálico... pero, al fin, pensé que no era necesario llegar a tanto.

Te beso. Mi mano abarca uno de tus senos y sientes el calor y la ligera presión. No estabas en este momento muy por la labor de juegos raros, pero... ¡que caramba!. De nuevo tus piernas están cerradas... pero tu mente se abre y sientes curiosidad.

-¡A ver qué me haces... que estoy sin desayunar...!

Los besos suben en intensidad. Las caricias son más y más audaces. La mano de tu compañero –este que escribe- se abre camino hacia tu sexo. Imaginas que todo o una parte del plan va a ser follar con ese extraño “cinturón” puesto. ¡Vaya chorrada!... aunque... ¡bueno!... un buen polvo no es una mala manera de comenzar un día. ¡Parece que el plan te va gustando... aunque sea un poco estrambótico!.

En este punto de tus reflexiones... yo me he dejado caer de rodillas. Me conoces y sabes que me encanta el cunilingus... y lo glotón que me vuelvo. “¡Parece que va a haber monumental comida de coño... jajaja”, piensas. ¡Y aciertas!. De momento: grato, pero nada sorprendente. Suspiras con creciente placer y echas la cabeza atrás. No te esperas que entre tus húmedos labios... “inferiores”, que ya empiezan a estar entreabiertos, sientas de improviso pasar un objeto.
-¡Un dildo! –piensas en un primer reflejo, pero el objeto –que transita por la entrada de tu vagina, abriendo notoriamente los músculos de la entrada y provocándote un suave espasmo de gusto- es corto. La sensación ha sido como la de un huevo o algo esférico.
-¡Qué me metes..., ladrón! ¡Tu estás un poco loco! ¿No? –dices y te quedas patidifusa tras ver por el espejo como de tu coñito cuelga una pelotita blanca como la bola de un arbolito de navidad. Del otro extremo del corto hilo (10 cm), dentro de tu delicioso ser, sientes alojada la otra. -¡Esto no es serio!
-Vistámonos. –propongo con una sonrisa malévola.- ¡Tengo hambre! ¿Tu no?
-¡Este hombre... siempre está hambriento! –murmuras un poco mosca cuando, ya vestida, sales por la puerta detrás de mí, que voy algo más adelantado. La habitación queda entonces en silencio.

Látigo


3 comentarios:

Utópica dijo...

Déjame que piense y asimile que contestarte, por que esto ya es muchooooooooooooooo.

Quiero el desenlace yaaaaaaaaaa¡¡¡¡¡

El_Latigo dijo...

Preciosa mía... fé de erratas.

En el primer párrafo de esta entrega dice "la luz tamizada por los vecinos!. Me he equivocado. Es la luz tamizada por los visillos.

¿Me lo corriges?

Ciao bella.

Dany dijo...

más... quiero más....