viernes, 27 de enero de 2012

MIA SERA LA VENGANZA PARTE IV POR LÁTIGO

Mía será la venganza. IV.


(prometo que será la penúltima entrega, o si no... sería un texto demasiado largo para leerlo de un tirón).

Tarde de primavera. Niños que vuelven del colegio. Madres apresuradas a poner el almuerzo. Hace algo de calor pero corre fresco en esa coqueta terraza de aquel pueblo costero. ¡Todo es tan bucólico, tan relajado...!

Pero tu me miras intentando comprenderme! ¡Intentando decidir si soy un fiasco o un jugador prometedor en este gran juego de mentes y cuerpos... ¡nuestro juego!

¡Se detectar en tus grandes ojos, brillantes, un cúmulo de sensaciones enfrentadas!. Por un lado sientes ese objeto extraño.. inexplicable aún para ti, alojado en tus carnes. Es algo extraño que te mantiene excitada... que te recuerda tu sexo mientras comes tu tardía tostada con mermelada y tu buen café. ¡Quieres que esa especie de débil placer mórbido vaya en aumento y me miras fijamente mientras hablo y bromeo contigo animadamente!. Mantienes el tipo. Sigues mi juego. Conversamos como si ese regusto suave no estuviese ahí... como si no sintieses la pequeña esfera ubicada en tus dulcísimas entrañas.

Por otro lado... cuando te mueves, sientes la otra bolita como algo extraño, inoportuno... algo que no debería tener lugar bajo tu falda, de tamaño lo suficientemente largo como para que nadie... que no seamos tu y yo, sepamos lo que está aconteciendo entre tus muslos. ¡Ja, ja, jaaa, yo la elegí!.

¡Es agotador estar tanto tiempo en el umbral de la excitación, pero sin poder traspasarlo para alcanzar el cenit que, aunque no quieras demostrarlo, anhelas ya!

Mi pasividad comienza a incomodarte. Estas por la labor de sacarte “el invento” y mandarme a paseo. Entre el deseo... y “el cabreo”. ¡Me gusta! ¡Pero creo que llevas ya mucho tiempo aguantando ese pequeño castigo! ¡Un placer prolongado en exceso... conturba!

Pago la cuenta y te pido al oído que vayamos en dirección a los baños. Hay un pasillito que da a las puertas de los servicios de chico y chica. Antes de entrar en ellos, te atraigo hacia mi... y te beso. Supongo que pensarás “ya era hora de que hiciera algo”. Siento que no estás cómoda con la situación. ¡Parece que no se escoger el momento...!. Nos pueden descubrir y la vergüenza será mucha... ¡pero no te preocupes!. ¡No será ahora!. Sólo es que he comprendido que tu sexo necesita algo de descanso... te sacaré la pelotita... pero seguirás siendo prisionera de mis deseos.

¿Te acuerdas que llevabas un “cinturón” de fino naylon? ¿Te fijaste en que en el hilo que separaba ambas pelotas había una pequeña arandela a la mitad? Es para lo que estás a punto de descubrir...

-¡Te voy a sacar eso...! ¡Estarás ya un poco harta!

¡Durante el tiempo que está durando nuestro beso he tenido entre mis manos ―inadvertidamente para ti― otro latiguillo de unos 10 cm. Casi sin que te des cuenta, lejos de liberarte de tu improvisado cinturón, he abierto el minúsculo candado que lo cierra y he metido una de las argollitas. La otra la he unido a la arandelita que está entre ambas bolitas con otro pequeño candadito. Como consecuencia, cuando extraigo lo que tienes en tu sexo, ambas quedan sujetas a tu cintura, colgando entre tus piernas.

Nos vamos del bar. Tu bromeas sobre mi salud mental. Yo te digo que ya sabes lo que es tener “un par de pelotas”. Las llevas metidas en la braguita para que no te estorben.

El café está cerca de  la playa cogiendo por un ameno camino entre dunas. Aún hay poca gente. Se puede pasear por la arena... te puedo acariciar, te puedo apretar contra mi cuerpo, puedo apretar tus nalgas... puedo palpar el peculiar “paquete” que llevas en tu ropa interior... no quiero que tu sexo desaparezca de tu pensamiento. ¡quiero que lo tengas presente mientras andamos, mientras charlamos... mientras te toco!.

Entre charla, paseo y visita a las tiendas del pueblo se ha hecho algo tarde: la hora de la cena. Te he comprado un vestido que te ha gustado. Entré contigo en el probador. La dependienta no dijo nada. Supuso que éramos pareja y es normal que me pidas opinión. Delante del espejo te despojaste de tu ropa, quedándote en bragas.

-¡Mirate en el espejo! –te ordené firme, pero suavemente. Te tomé desde atrás y acaricié tu pecho. Nuestras miradas se buscan y se encuentran en el frío cristal. ¡Sabes interpretarla! ¡Ésta te dice que llega otra vez el momento de jugar a mi extraño juego!

La ropa estaba a tus pies. Tus piernas se separan instintivamente mientras mis dedos se deslizan bajo el elástico de la pequeña braguita. Siento calor... y humedad. ¿Pensaste que follaríamos en ese instante? ¿No es una locura, en una pequeña tienda y con la dependienta tan cerca separada por una cortinilla?. Pero después de tanta espera... ¡ya apenas te importa eso!.

-Será uno de estos polvos rápidos con la cara casi aplastada frente al espejo –piensas, pero te confundes. Puediste ver como mojaba mis dedos en tu boca... y los llevaba a tu entrepierna... para lubricarla. La acaricié suavemente sin dejar de mirarte abrasadoramente, besando tu nuca, cuello y orejas, magreando tus senos con la otra mano. De nuevo algo esférico atravesó tus carnes, suavemente pero sin concesiones. Puediste ver –con cierta incredulidad- lo graciosa que quedaba la pelotita suspendida entre tus lozanos muslos... lo que no te esperaste es que sacara otro latiguillo y otro candadito del bolsillo.; ese nuevo hilo tenía en el otro extremo la más pequeña de las pesas... la de cinco gramos. ¡En menos que cantaría un gallo, eras testigo de cómo colgaba éste peso de la argollita que estaba anudada entre la bolita que tienes adentro de nuevo  y la que se balanceaba fuera, graciosamente .

Cinco gramos no son mucho, pero ahora no sólo experimentas ese obstáculo –la bola- que impide que tu vulva se cierre y se relaje... sino que además hay una extraña aunque leve sensación de “tensión”... ¡No te da por pensar que esa fuerza extra te obligará a hacer un esfuerzo con los músculos de la vagina para que la bolita no se salga!. Si no estuvieses turbada,  te relajarías y la bolita no escaparía de tu precioso coño... por que el peso a sujetar no es gran cosa...!. Sin embargo, instintivamente estás cerrando los labios inferiores para que eso no pase... ¡aunque parezca absurdo... es así!

¿Qué importaría que “eso” acabase por salirse...? ¡Y sin embargo no te estás dando cuenta de que estás apretando para que eso no pase! ¡Es una reacción instintiva! ¡Lo sé, por que yo la he experimentado en el pasado...!

-Te prometo que valdrá la pena, cielo. ¡Sigue jugando conmigo...! –susurro en tu oído mientras acaricio tu cítoris.

Sales con tu nuevo vestido puesto... ajustado, negro, felino... y lo suficientemente largo como para que nadie descubra nuestro secreto. Te parece que la dependienta te mira raro... ¡sientes como si la negra tela.. y hasta la carne de tu pubis de hubiesen hecho transparente... y todos vieran lo que cuelga maliciosamente de tu sexo sin bragas...!

¡Por instinto... cierras los labios de tu sexo...! ¡Te lo dije...! ¡Mi venganza tiene mucho que ver con tu lema: más de lo que crees, corazón mío!

¡Cierras tus piernas... pero de momento tu mente también está cerrada... a cal y canto! ¿Es que no te das cuenta aún?

¡Hemos de llegar más lejos...!

Látigo



1 comentario:

Utópica dijo...

¡Me niego! ¡Me niego rotundamente a seguir apareciendo ante los ojos del mundo como la mente perversa!
Por favor, esto es una tortura en toda regla, con lo que me gusta a mi tener las piernas cerradas.