jueves, 16 de febrero de 2012

POR FIN, ERAMOS TRES

Quedamos pronto con la idea de tomar una cerveza. Intentaba apartar de mi mente la idea de lo que podría pasar, no podía pensar en ello. Había tantas expectativas en este encuentro que me daba miedo no se cumplieran y, al mismo tiempo, mi cuerpo no soportaba más excitación.
Al verlos, mi estómago se encogió al tiempo que noté como mi entrepierna me recordaba la poca capacidad de apartar de mi pensamiento lo que ocurriría esa noche.
Tomamos unas cervezas en cualquier cafetería, intentando disimular el deseo que sentíamos de ir al apartotel, de tocarnos, de besarnos. El se colocó frente a mí. Notaba como mi vestido había causado el efecto deseado. Un escote muy sutil que le obligaba a imaginar lo que se encontraría debajo. Se que su imaginación no dejaba de volar, y su cuerpo no dejaba de desear.
Ella, junto a mi, disimulaba mal su deseo de tocarme. Yo no veía el momento de que nuestros cuerpos se acariciaran. Por eso, en ese momento pensé que no había sido buena idea lo de ir al hotel a cambiarnos para salir a cenar.
Subimos a la habitación con la intención de dejar mis cosas, cambiar los modelitos, quizás hacia algo más sugerente para la cena.
Una sola noche, pero una amplia maleta. El quería cumplir su deseo. Una cámara de fotos, una colección de ropa interior y mucha imaginación y deseo.
Comencé a colocar con ella los modelitos escogidos. Conforme la pequeña maleta se iba vaciando, nuestras mentes se iban llenando. Un roce y el mal disimulado deseo dejan de ser controlados. Nuestras bocas se encuentran. Tiramos la ropa sobre la cama mientras nos acariciamos y nos besamos con pasión. El sale del baño y la sorpresa de la imagen que se encuentra le deja paralizado. Se apoya sobre el quicio de la puerta a observar. Cuando nos percatamos de que nos mira dirigimos hacia el la vista sin dejar de devorarnos. Ella acaricia mi pecho, sabiendo bien el efecto que eso va a producir en su pareja, le mira con cara de vicio y deseo. Sabe que me tiene ganas y conseguir que estemos los tres juntos es su regalo. Un homenaje al amor que siente por el. Un premio a su confianza.
No aguanta mucho observando la escena. A pesar de saber que observarnos aumentará su deseo y su excitación, su cuerpo manda y su mente deja de obedecer.
Se acerca a la cama, besa con pasión a su chica, agradeciéndola de antemano esa noche, y automáticamente después, dirige su boca hacia un primer encuentro con la mía, devorándome. Noto como le invaden las ganas de mí. Como sus manos recorren mi espalda, ávidas de poseerme.
Ella levanta mí vestido poco a poco y dirige hacia el una mirada de complicidad que traduzco como: “aquí tienes el objeto de tu deseo cariño. Por fin vas a poseerla para mí”
Ya sin el vestido sus bocas se dirigen a mis pechos y, aunque de vez en cuando se encuentran frente a mi esternón sus manos no dejan de acariciarme.
Tres cuerpos de rodillas, sobre una cama mientras mi cabeza se inclina hacia atrás y mi respiración comienza a ser entrecortada producto de la excitación y el ansia que tengo en esos momentos.
Mis manos son pocas para saciar mis ganas de ellos. Me faltan miembros para corresponder el placer que en esos momentos me están procurando.
Ella termina de quitar mi vestido despacio, me tumba sobre la cama. El se coloca frente a mis piernas, dobladas y semiabiertas mientras dibuja mi cuerpo con sus manos.
Agarra uno de mis pechos ofreciéndoselo a ella.
Se que me desea, pero la idea de compartir ese deseo con ella le excita mucho más. Quiere poseerme, pero sabiendo que, cuando al fin lo haga, serán los dos los que estén dentro de mi. Es tanta su complicidad y su amor que, de alguna manera, aunque sea el quien entre dentro de mi, serán ambos los que me posean.
La mano de ella se cuela en mi braguita, acariciando mi pubis que se eleva pidiendo más.
Las manos de el continúan recorriendo mi cuerpo de arriba abajo.
Elevo un poco mi torso intentando quitarla el vestido. Yo también deseo ver, yo también quiero tocar. Me ayuda, intentado agilizar el hecho de que la toque; deseando que su chico vea como nos devoramos mutuamente. Al desaparecer su vestido la imagen que torna morbosa y excitante.
De rodillas sobre la cama, sus pechos desnudos, sus piernas entreabiertas y un tanga y unas medias de liguero que invitan a tocar. Mis manos van directamente hacia su sexo, mientras observo sus preciosos pechos. Es verdad que se intuían, pero verlos desnudos solo ha conseguido acrecentar mi deseo de observarlos. Vuelvo a elevar mi torso pasando mi lengua sutilmente por uno de sus pezones. Otra mirada de complicidad vuelve a delatarlos. En ese momento desean compartirlo todo conmigo, mientras una de las manos de el no para de recorrerme la otra se dirige al pecho de su mujer, ofreciéndoselo a mis labios. Les devuelvo una mirada pícara y acepto el ofrecimiento de ese precioso regalo succionando con mis labios el pezón. Sus caderas se elevan. Ahora es ella la que pide más.
El la tumba; una junto a la otra, nuestros cuerpos se rozan, nuestras bocas se buscan, nuestras manos se tocan. Se hace un hueco entre nuestros cuerpos para poder acariciarnos el sexo a ambas mientras observa como nos comemos.
De forma inesperada sus dedos me penetran provocando que un gemido salga de mi boca y muerda ligeramente los labios de su chica. Ella intuye lo que estoy sintiendo por mi forma de besarla, de devorarla.
De repente el se levanta, consiguiendo que mi sexo se quede con ganas de mas. Abro los ojos, semicerrados buscando una explicación a tan brusca parada. Se coloca a mi lado mientras sutilmente junta nuestros cuerpos, colocando nuestros sexos cara a cara.
Entendiendo lo que sus ojos desean ver, empezamos a recorrernos mutuamente con las manos, con los labios con todo nuestro cuerpo. Sus dedos vuelven a penetrarme, esta vez, acelerando sus movimientos y consiguiendo que mi cuerpo se estremezca. Cada uno de mis gemidos producen en ella un mayor deseo, un pequeño mordisco, un cachete en mi culo y como aprieta nuestros cuerpos uno contra otro me demuestra que la complicidad existente entre ellos consigue que el la traslade parte del deseo que está sintiendo.
De repente vuelve a parar.
- Ven, levántate.
Ambas nos miramos, un tanto extrañadas, el tiempo que me hago consciente que son las primeras palabras que salen de nuestras bocas.
Me dirige hacia uno de los enormes ventanales, descorriendo la cortina. Acaricia mi cintura besando mi cuello.
Fuera un precioso jardín nos alegrará la vista. El morbo de ver lo que ocurre fuera mientras sabiendo que la gente que entra y sale del hotel no puede vernos hace que sea aún más excitante.
De nuevo salen palabras de su boca.
- ¿Ves esos rosales? Las rosas se están muriendo de envidia por tu belleza.
Me vuelvo y muerdo suavemente sus labios, le beso con pasión y, por primera vez mi manos de dirigen a su sexo. Un solo roce provoca que no quiera aguantar más el deseo de poseerme.
Me voltea elevando mis manos por encima de mis hombros apoyándolas contra el cristal penetrándome casi al mismo tiempo.
Se vuelve a oír su voz.
- No te imaginas las ganas que tenia de verte así, bien abierta de piernas para mí.
Ella nos observa, aún desde la cama, pero pronto se cansa de participar solo con la vista de ese momento de pasión desenfrenada y camina hacia nosotros.
Se coloca de rodillas frente a mi sexo comenzando a acariciarlo y devorarlo con la misma pasión que su pareja, desde atrás, me posee.
Describir el gozo que sentía en esos momentos es casi imposible.
La complicidad que me trasmitían a base de desearme ambos, envidiable.
Mis ganas de que ambos hicieran de mi lo que su imaginación y su deseo les dictase, infinitas.
Estaba completamente en sus manos. En estos momentos mi mente no reaccionaba, solo era consciente de mi cuerpo y de los gemidos de placer que escapaban de mi boca y que consiguen el efecto de que me folle de forma más tosca; quiere sentirse dentro de mí y sus embestidas eran cada vez más profundas. Ella se desespera por que los movimientos de su chico haciéndome suya la impedían hacerse con el néctar de mi sexo a su antojo, se levanta, y colocándose entre la cristalera y mi cuerpo, me besa. El viendo nuestras lenguas juntas, se une a ese beso.
Quito una de mis manos del cristal y la llevo a su sexo, empapado por el deseo. Mis dedos comienzan a penetrarla al mismo ritmo acelerado con que el lo hace conmigo.
Está tan excitada que pronto consigue un orgasmo que produce en mí el efecto de desear más.
Intento besarla ahora de forma más tranquila, pero la forma en la que el vuelve a acelerar la penetración hace que tenga que dejarlo para apoyar de nuevo mis dos manos en el cristal para que mi cuerpo no se desestabilice y se caiga.
Un grito ahogado sale de su boca mientras agarra mis caderas haciendo fuerza con su pelvis contra mi cuerpo.
Desfallece sobre mi espalda sudoroso, pero visiblemente satisfecho.
Su boca va hacia su chica besándola de forma que provoca una cierta envidia sana en mí.
Vuelve a ser el quien habla.
- Gracias, chicas, la noche no podía empezar mejor.
Ahora es ella la que me besa, agradeciéndome de esa forma el placer que ambas le hemos dado al ser que más ama.
Desfallecidos, nos dirigimos a la cama, cayendo unos junto a otros. Nuestros cuerpos desprenden el calor del momento vivido. Se que el deseo que el siente nos impedirá descansar mucho rato, pero, por el momento, solo tres cuerpos desfallecidos unidos por una experiencia maravillosa de complicidad, pasión y deseo yacen sobre una cama completamente deshecha.

2 comentarios:

COMPLICIDAD PERSUASIVA dijo...

Horny Madrid dijo:

Estimulante y envidiable ...
horny.madrid

COMPLICIDAD PERSUASIVA dijo...

Al-Andalus dijo:

Uffffffffff
Ufffffffffff y requete ufffffffffffff
me ha puesto los vellos de punta dioss