Hacía ya largo rato, antes del pequeño desliz
penalizado por tu parte como "falta
personal", que trabajaba tu cuerpo con obsesivo afán. Siempre has sido
un "electrón libre", pero muy apegado a tu órbita -especialmente
cuando se te mete en la cabeza quedarte en ella- y me constaba que, para que se
produjese ese cambio al nivel de energía que desencadenaría "el
chispazo" -a esa onda a la que yo te quería conducir-, debía currármelo
mucho... sobre todo si para ello sólo podía usar mis inocentes manos aplicadas
en los territorios menos... "salvajes" de tu piel.
"Te haré el
amor con mi mente".
Eso fue lo que te dije y ahora era esclavo de mis
palabras. No bastó que embadurnara concienzuda y cariñosamente tu pie con
abundante crema tibia en una caricia... para apretarlo de repente con firmeza
entre mis dedos y sentir el crujir cansado de tus tendones y huesos que,
sinceramente, sonó mejor que un "aleluya", acompañada del suspiro
sorprendido y grato de su dueña como soprano principal.
-¡Aaaaaayyy! ¡Uuuufff!
-¡Vaya, vaya! ¡Parece que están cansados! ¡Tu trabajo
te machaca los pies, nena! ¡Espera...!
Tras el primer dulcísimo apretón de entrante, vino un
masaje con ambas manos -no muy suave pero tampoco fuerte- recorriendo tu planta
y empeine. Lo hice como quien torsiona un pan por la mitad para
partirlo, girando cada una hacia un lado distinto. Forcé los dedos hacia arriba
con la izquierda pasando con medida presión la derecha por la planta curvada y
tensa. De nuevo sonó algún leve chasquido interior que -nena, lo sé- te provocó
un escalofrío de placer.
-¡Ahora -susurré- al
contrario!. -¡En efecto, con la diestra forcé tus dedos hacia abajo
curvando aún más la delicada curva plantar, y presioné el empeine desde los
nudillos hacia el tobillo. De nuevo experimenté el leve crujir quejumbroso de
tus tendones necesitados de un poco de cariño.
Fui subiendo, tras meter entre tus deditos cada uno de
los míos abriéndote entera (un símbolo, un presagio:
"abriéndote"... mmmmm) por tu pierna, amasando los gemelos
y dibujando la forma del músculo. Vaciando, siempre vaciando -como si tuviese
un exquisito tubo de crema de tersa piel y divinas formas- hacia arriba; hacia
la ingle. Amasando el tejido muscular, acariciando las corvas con precaución si
había alguna venilla... y de ahí al muslo. ¡Te escucho respirar
acompasadamente, con los ojos cerrados! ¡Ya sé que esperas que me acerque a su
cara interna para "sacarme la tarjeta amarilla"...! ¡Pero no te doy
oportunidad! ¡Cuando adivino que estás pensando si castigar mi atrevimiento con
una llamada de advertencia, me retiro cual caracol retira sus cuernecillos a la
primera gota de lluvia...(ja,ja,ja)!. Sin embargo, adentrándome por las laderas
de tu espalda, viendo el franco abierto cuando subiste tus brazos para
apoyar tu cara en ellos, mordí tan grato anzuelo y no tardé en recibir tu
reprimenda.
- Ehhhh, ese es terreno prohibido
querido!!!!
Imaginé tu sonrisa perversa. ¡Lo estabas deseando!. Te
morías de ganas de demostrarme que va a ser un camino lleno de espinas. ¡No me
importó!. Siempre he pensado que, tras el duro y espinoso tallo, la rosa guarda
sus pétalos de aterciopelado y encendido rojo... ¡y el dulcísimo aroma de su
oculto pistilo!.
Precisamente para llegar a tu pistilo sin abrir tus
hojas, bella y espinosa rosa, me fui de tiendas una semana antes contigo en la
mente. ¡No estaba seguro de que nuestro encuentro amistoso acabase en nada, ni
yo lo forzaría, por supuesto (sabes que nunca lo fuerzo), pero un tímido
truhán debe venir preparado, por lo que de él se pudiera esperar...
Seguro que, cuando dejé momentáneamente de masajearte,
al oírme trastear dentro de mi bolsa, pensaste... "¡a ver qué
busca que te busca el loco este...!".
¿Pudiste imaginarme, entonces, sonriendo
maliciosamente como tú lo hiciste antes pero con mucha más malicia?.
LÁTIGO
Pero en cuanto sentí algo que vibraba rozando mi
cadera supe que el amigo con el que había comido Al-Andalus la semana anterior
eras tú.
El diminuto vibrador (pedidos a al-Andalus por 15,95€)
comenzó a recorrer mi cuerpo de manera disimulada, a pesar de mi protesta...
- Nino, ¿tu quieres cobrar no?
- ¿Porque? Me has permitido un masaje y no hago más
que eso, solo que ahora me ayudo con un aparatito.
- Eso no estaba en el trato Pedro, y lo sabes.
- Ni lo habías dejado fuera del trato, Lolita, y
también lo sabes. ¿Te vas a asustar porque este minúsculo aparatito roce tu piel?
- No, asustarme no es la palabra.
- Pues entonces dejare llevar.
Me deje llevar, no porque me hiciera gracia el juego,
sabia que te daría ventaja, pero no dejarme también te la habría dado, a si
que, callé, apreté mís músculos y te deje hacer.
Pero... Joder, hacías tan bien...
Intuí que habías probado el efecto del juguetito sobre
tu propio cuerpo porque sabías bien donde aplicar la fuerza, donde pasarlo
suavemente, donde hacerlo que simplemente rozase mi cuerpo...
Sobre mis caderas ejercías presión, y la vibración
llegaba a mi sexo, excitándolo a pesar de mis escuerzos por que eso no
ocurriera. Subiste por mi espalda rozando apenas mi piel, consiguiendo que se
me pusiera de gallina.
Supe que habías sonreído al verlo, era un pequeño
triunfo para ti.
Acariciaste mis costados presionando suavemente de
forma que mis pezones, sobre la arena, rozaban levemente con esta
endureciéndose.
Esos puntos son los que recuerdo yo, pero no podía
pensar como para, pasado el tiempo recordarlo con detalle, quizás tu te
acuerdes mejor y, sin duda, serás mas capaz de describir los efectos que
notabas en mi cuerpo ante tu jueguecito....
Yo solo se que, mi compostura, hasta ahora guardada,
se perdió sutilmente. No se si eso lo notaste....
UTÓPICA
Látigo, querido, la pelota vuelve a estar en tu tejado.
¿Cómo continuarás?
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