Aquel día tenía más ganas de llorar que nunca. El trabajo, los niños, la
familia; las costumbres, las obligaciones, la rutina, el aburrimiento, la
soledad... Todo aquello se había convertido en ataduras que en lugar de
anclarme al suelo me hacían alejarme más de la realidad.
Así, cansada y abatida, me deje engullir por mi sofá dispuesta a pasar mi sábado libre mirando hacia una pantalla de televisión sin saber bien lo que veía. Los canales corrían de un lado a otro pero no conseguía que nada captara mi atención. Dejé la tele en un canal cualquiera y me levanté a prepararme un café.
Volví de nuevo al sillón y comencé mi café abstraída por mis pensamientos
cuando una música llamo mi atención. Levanté la vista y vi a un grupo de
personas se divertían junto a los bordes de una piscina. Bajé la cabeza
dispuesta a ponerme de nuevo a llorar cuando pensé…
- Se acabó, no voy a permitir que estas ataduras no me permitan vivir!!!!!! Me marcho.
Corrí a la ducha, me arreglé, me puse mi vestido favorito, me maquillé, me puse unos zapatos de tacón y, cogiendo el bolso, casi salí corriendo hacia un destino incierto que me esperaba al otro lado de la puerta.
- Se acabó, no voy a permitir que estas ataduras no me permitan vivir!!!!!! Me marcho.
Corrí a la ducha, me arreglé, me puse mi vestido favorito, me maquillé, me puse unos zapatos de tacón y, cogiendo el bolso, casi salí corriendo hacia un destino incierto que me esperaba al otro lado de la puerta.
Al salir, el reflejo de mi imagen en el espejo llamo poderosamente mi
atención. Una mujer atractiva, excitante y morbosa, a la que hacía mucho que no
veía me devolvió una sonrisa a través del espejo. Con esa sonrisa salí a la calle,
dispuesta a romper todas mis ataduras y a comerme el mundo.
Risas, música, bailes. En resumen, una diversión que necesitaba, pero una noche normal, al menos hasta que vi unos ojos.
Me miraron y... es extraño, nunca había tenido esa sensación. No me sentía mirada, me sentía reflejada en ellos.
Entonces recordé mi espejo, era la misma sensación. ¿Era posible que aquellos ojos fueran capaces de reflejar esa mujer, de alguna manera diferente a mí, que había visto unas horas antes?
A la mirada acompañó una sonrisa, y a la sonrisa un gesto apoyando su mano en mi codo y dándome dos besos mientras debió decir alguna palabra de presentación que mi abstracción no me permitió escuchar.
Devolví la sonrisa, y, ya más cerca, volví a mirarme en aquellos ojos que no solo me reflejaban, si no que me proporcionaban una increíble sensación de libertad.
Por primera vez en mucho tiempo, pude ver una mirada
con claridad. La claridad que me proporcionaba estar libre de todas aquellas
ataduras y rejas que había dejado en
mi casa. Solo en ese momento fui libre para desear estar atada a aquella mirada…
No escuché el ruido de la puerta al abrirse, no sentí
sus pasos correteando hacía mí, no vi el reflejo de su sonrisa. Simplemente, sentí un dulce beso en la
mejilla que me asustó al pillarme desprevenida.
Como siempre, alegre se sentó a mi lado y comenzó a
contarme su día y a preguntarme por el mío, pero yo no estaba del todo allí.
Se dio cuenta de que algo pasaba, pero no quiso
preguntar. Me recostó sobre el en el sillón y me abrazó.
Las lágrimas empezaron a recorrer mi rostro. No eran
lágrimas de tristeza, como en la historia, eran lágrimas de emoción.
Aquella historia inacabada me hizo ser consciente de
hasta que punto estaba atada al hombre que ahora me abrazaba.
Atada a esa sensación de libertad, atada al orgullo de
sentirme yo misma, atada también al deseo y a la pasión que nos única.
1 comentario:
Ataduras de libertad.....
me encanta leerte ....
un besote
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