sábado, 24 de agosto de 2013

MI DESEO por Utópica



Estábamos de pié junto a la barra. Sutilmente mi mano acariciaba de cuando en cuando su nalga, suave, como casualmente, sin llamar la atención de la numerosa clientela; como si ese movimiento formara parte de la conversación, pero con el, empecé a tomar contacto con el objeto de mi deseo.


El resto del mundo no era consciente, pero nosotros sí, nosotros sabíamos cuanto deseaba esa parte específica de su cuerpo. Para el resto los movimientos eran casuales, para nosotros aquellos movimientos tenían un significado, eran la manera de empezar nuestro juego, de acercarnos a nuestras fantasías, de cumplir nuestros deseos.

Tras una charla no demasiado larga, acompañada de unas cañas, salimos del bar dirigiéndonos a los apartamentos que serian testigo de nuestro juego.

Entró antes que yo en el ascensor y me dio la ventaja suficiente para, bruscamente, pegar su cuerpo a la pared frontal, abrir levemente sus piernas al tiempo que mi lengua lamió tras su oreja, y mi mano se coló entre sus nalgas acariciando desde atrás, pasando entre sus muslos y llegando a palpar su sexo en un gesto despectivo con el que comprobé  mi conformidad con él. Casi cuando el ascensor llegaba a su destino mi mano había pasado a colocarse en sus caderas haciendo el gesto de follarlas.

Nada más cruzar el umbral de la puerta, una simple mirada bastó para que se arrodillara y yo hundiera su cabeza entre mis piernas permitiendo que se impregnara de mi olor. Pequeños jadeos de conformidad salieron de su boca mientras mis manos jugaban con su pelo y yo disfrutaba de su cara de deseo, de felicidad, de entrega.

Una de sus manos quiso acercarse a mi sexo pero un fustazo se lo impidió.
Zas
Con una mirada de sorpresa pregunto:
- ¿Cuando la ha sacado?
Me eché a reír burlándome.
- Jajajaja siempre ha estado conmigo.
- Desnúdate -ordené una vez roto el mágico momento de su encuentro con mi sexo.

 


Entretanto hicieron aparición unas cuerdas, unos juguetes, cremas: que fueron cuidadosamente colocados sin que mi mirada se apartara de la suya.
Miró desconfiadamente, pero un atisbo de sonrisa en su cara de susto me confirmó que confiaba en mi.
Saqué un tanga y se lo tendí.
- Nooo, me dijo suplicante.
- SI, fue mi contestación autoritaria.
Con cara avergonzada se lo puso y vino a mi con las manos sobre su sexo; no por vergüenza, que seguro la sentía, si no simulando una esposas inexistentes.

Acaricié una de sus nalgas despacio, la agarré, la pellizqué suavemente. Plas.
Fui a la otra, hice lo mismo y de nuevo, plas.
Aquel gesto nos excitó a ambos y agarrando sus cabellos con fuerza nos besamos apasionadamente.


Por primera vez nuestros cuerpos se acercaron tanto que fuimos conscientes de nuestros sexos. El calor de uno, el tamaño del otro.
Su mente se relajó y sus manos fueron a acariciar mi espalda; rápidamente se las bajé, se las estiré con las palmas hacia arriba y utilicé la fusta contra ellas.
- Habías prometido que no se te escaparían las manos inútil.
Zas
- Me suplicaste que no te pusiera esposas, que no serian necesarias. Zas.
- Veo que no puedo confiar en ti.
Zas.
- El deseo.... Balbuceó.
Zas
- El deseo ha de hacerse esperar, solo ganándotelo podrás disfrutar de ello, cuantas veces hemos hablado eso.
Zas.
- Lo siento, se volvió a escuchar con voz entrecortada.
- Se que lo sientes porque has roto dos momentos que deseabas por tu estupidez.
Zas
Me di media vuelta hacia donde estaba mi copa pero aun de espaldas noté como bajó los brazos.
- Nadie te ha dicho que los bajes.
Volvió a subirlos.
Si la ira se escuchara podría oír sus bufidos.

Bebí calmadamente, observando en la distancia.
Al principio su mirada me esquivaba, luego miraba aunque no directamente y finalmente logré ver un gesto de complacencia, una media sonrisa escondida.

Volví a su lado.
- Mira que eres zorra. Cuanto te gusta provocarme.
Lamí sus labios sin permitir ningún gesto de su parte. Cojí sus manos y puse unas esposas...
- Per....
- A callar, ordené, tú has roto tu parte yo rompo la mía.

Puse entre ellas unas cuerdas, hice que fuera hasta la ventana y elevé sus manos sobre su cabeza ayudada por la barra de las cortinas. Sabía que no era muy seguro, pero confiaba que la inmovilización fuera más simulada que necesaria.
Su cabeza se escondía entre las cortinas y más se escondió cuando agarre sus caderas e hice que diera un paso atrás para poner su espléndido culo a mi merced.

Me agaché entre sus piernas; lamí con excitación y gula sus nalgas. Las toqué, las acaricié, las observé como un trofeo largamente esperado y ampliamente conquistado.
Comencé a percibir el olor dulzón del sexo excitado.
Me levanté; mientras mis labios recorrían su espalda, mis manos se colaban entre sus nalgas.
Llevé una de mis manos a su boca y metiendo un dedo entre sus labios ordené.
- Chúpalo.
Uff, claro que chupó.
Chupó como si llevara años sin comer. Chupó con ansia. Chupó con deseo. Chupó como si de aquellos dedos fuera a sacar algún delicioso elixir. Luego los dedos volvieron entre sus nalgas y se empezaron a escuchar sus jadeos.
A cada azote se sucedía una caricia que cada vez adentraba más mis dedos en su cuerpo.
Plas
Y una mano recorría desde sus caderas hasta su ano, abriendo sus nalgas para conseguirlo.
Plas.
Y regalaba el mismo recorrido a la otra nalga.
Plas.
Y el recorrido acababa presionando suavemente su ano.
Plas.
Y lo mismo por el otro lado.
Plas.
Y dos dedos juegan a la entrada de su cuerpo.
Plas.
Plas.
Plas.
Y sus jadeos se elevan y los dedos vuelven al mismo sitio.
Plas.
Su respiración se acelera.
Plas.
Y siguen situados los dos dedos en el mismo sitio como tímidos de entrar.
Y muerde sus labios en un intento de callar.
- Dímelo.
Un “cab...” se ahoga en su boca.
- PÍDEMELO.
- Fóllame. Escucho tímidamente.
- Así no noto el deseo repítelo.
- Fóllame.
- No creo que realmente quieras eso.
- FÓLLAME JODER.
Grita al fin.
- Así sí. Eso es lo que quería oir.
Desato la cuerda, quito las esposas, beso su boca entreabierta y jadeante y coloco sus manos sobre la mesa. Pienso que, aunque sus manos estén libres las necesitará para agarrarse una vez empiece a embestir.
Llevó mis dedos a su boca.
Mirándome a los ojos los lame, escupe sobre ellos dejándolos empapados, desafiándome nuevamente, sonriendo pícaramente.
Plas.
Mis manos comienzan de nuevo el recorrido desde sus caderas al interior de sus nalgas aterrizando en un ano cada vez más receptivo.
Nuestros cuerpos están paralelos. Observo su cara cuando uno de mis dedos comienza a entrar en su cuerpo.
Ahora su boca, entreabierta aparte de jadear, me llama para ser besada. Es complacida, pero vuelvo a separarme cuando comienzo a introducir un segundo dedo. Apenas nada cambia y me encamino a un tercero. Entonces un ligero gesto de dolor asoma y lo calmo con besos y mi cara acariciando la suya y susurrando.
- Ufff me encanta como poco a poco te entregas, como te vas abriendo para darme el placer que deseo.
Como si el dolor desapareciera de repente y a su mente volviera a su objetivo, darme placer, ser complaciente; echa las nalgas hacia atrás para sentir más la penetración y provocarme nuevamente.
- Eso deseo, que obtenga su placer a través de mi cuerpo. CÓJALO.
El énfasis que puso en esa palabra hacia que pareciera un grito, una súplica.
Mis dedos entraron más aprisa; nuestros respectivos sexos delataban la excitación.
El coñito empapado emitiendo ese embriagador aroma dulzón, el pene erecto, salpicando tímidamente sus ganas sobre el suelo.
Nuestras bocas volvieron a encontrarse húmedas, cachondas, entregadas.
- FÓLLAME. Olvidó todo protocolo, toda parafernalia.
Sin dejar de besarnos y con una sola mano voy cogiendo lo que necesito y preparándome.
Apoyo mi cuerpo en la mesa, termino de colocarme insinuante, nos besamos y presionando sobre sus hombros hago que se arrodille.
- Chupa.
- Joder, dice protestando.
- Así entrará mejor.
- Entrará igual de bien.
- Pero mi excitación será mayor y empujaré con más fuerza.
- Ufff eso si.
- Pues deja de hablar y chupa.
Esa visión me ponía muy cachonda. De rodillas, frente a mí, mirándome a los ojos ya no desafiantes si no entregados.
Su excitación era también muy notoria a sí que pedí que se tocara mientras no dejaba de chupar.
Con una mano tocaba su sexo mientras con la otra hacia lo propio conmigo al tiempo que me entregaba su boca.

Ojalá fuera capaz de describir su rostro en ese momento.
Si apenas hacían falta palabras era por tantas conversaciones anteriores, por eso, ahora creía entender lo que sentía  a través de sus ojos.
Sabía que la humillación  de verse así, de rodillas, cumpliendo mis deseos le excitaba.
A mi verle chupando aquella polla de plástico con la que le haría mío me ponía a mil, y eso haría que mi coñito, el ultimo objeto de su deseo, se empapara y, si todo salía como se esperaba, calmaría en el su sed.
Quité el juguete de su boca y levantándolo le arrime mi sexo.
Se tiró a él como si fuera un animal carroñero.
Apenas se percato de mi gesto hundió su cara entre mis piernas, pero la postura no le permitía jugar como deseaba, soltó su propio sexo y llevó sus manos, una a mi culo, como agarrándose a él, y otra a subir el juguete todo lo que podía para, sacando su lengua lo máximo, hacerse con el elixir deseado.
- Dios que rico
- Gracias
- Que rico

Repetía una y otra vez entre lametazo y lametazo.
- Eres un patético perro hambriento.
Más hundió su cabeza restregando toda su cara.
Hice que se levantara. Le besé.
- Me gusta tu sabor.
Reímos y fuimos a  la cama.
Sin decir nada apoyó sus manos en ella quedándose a cuatro patas.
- No
Le agarré y con un nuevo beso, azoté su culo y lo acaricié.
Fui a su oído y susurrando.
- Te quiero boca arriba, quiero verte jadear como el perro que eres mientras te folló, quiero sentir tus huevos a punto de reventar, quiero ver tu polla babeando, quiero escuchar como pides más.
Me agarró apasionado, cachondo como el perro que se sentía, besándome. Comenzó a recorrer mi cuerpo con sus manos. Se que en el guión de la obra decía que tenía que pararlo. Pero no éramos actores.
Éramos dos personas excitadas, deseosas de descubrirnos y el deseo había podido con las normas, hasta que su polla rozó mi arnés y al tiempo que le excito le devolvió al papel que debía representar y, sumiso, pidió perdón tumbándose en la cama boca arriba como le había pedido y cerrando los ojos como si el no ver le fuera a evitar el dolor que sentiría, elevo sus piernas dispuesto a ser follado.
Escupí sobre su ano, me arrodillé entre sus piernas y lamí. La sorpresa debió ser tal que el grito de gozo ejerció como resorte de mi sexo e hizo que me empapara hasta tener la sensación de que comenzaría a mojar el suelo.
Levantó la cabeza y pude ver su sonrisa asomando entre sus piernas elevadas y abiertas.
Mi mano fué a su sexo y comenzó a acariciarlo bajando poco a poco a los testículos que apreté con fuerza haciendo que levantara más la cabeza.
Busqué su aprobación con la mirada y un "más" sin sonido dibujo su boca.
Agarré más fuerte.
- Perro, eres un puro perro cachondo.
Movía las caderas como si algo estuviera penetrando su ano.
Me levanté y masturbábamos coloque el arnés frente a su culo presionando levemente.
Iba de su polla a sus huevos, acariciándolos fuerte sin dejar de presionar su ano.
Movía el culo buscando más a si que, solté su sexo y agarrando sus piernas comencé a presionar más fuerte clavándole centímetro a centímetro mi juguete y en cada centímetro sintiendo más su entrega.
No dejábamos de mirarnos a la cara. Ambos nos mordíamos los labios quizás por el reprimido deseo de besarnos.
 

Cuando el juguete hubo entrado totalmente en el,  volví a acariciar su sexo, a apretarlo, moviendo suavemente las caderas hasta que sus jadeos fueron pidiendo que acelerara el ritmo.
Así estuvimos hasta que me pareció que iba a correrse que pare los movimientos.
Suplicó.
- Sigue.
Pero me negué. Tenía claro lo que quería y no era que se corriera así. De todas formas, ahora que nadie se entera, yo también estaba al borde del orgasmo y quería seguir disfrutando de esa sensación.
Sin salir de su cuerpo seguí acariciando su sexo, mirándole a los ojos, intentando leer en ellos si se estaban cumpliendo sus deseos. Intentando adivinar que podía hacer para sacar esa entrega que ambos deseábamos.

Apenas un minuto de calma dio paso al siguiente capítulo de nuestro encuentro.
Poco a poco me fui separando. Llevó sus manos a mis caderas como intentando evitarlo. Casi al mismo tiempo se dio cuenta de su error. Le di sendas palmadas reprimiéndole, y, con esa sonrisa de picara cabrona que dicen me caracteriza, las agarré pasándolas por mi cuerpo.
- Confieso que a veces me encanta que me desobedezcas.
Libre ya totalmente utilizó esas palabras para tirarse a mi acariciando y besándome. Unió nuestros pechos restregándose, bajó sus manos a mis nalgas, las separó intentando hacerse con la humedad de mi sexo. Al ver que no podía me tumbo boca arriba y sin parar de besarme comenzó a acariciarme gozando de lo que era para él una forma más de entregarse a su función. Darme placer.
Elevó el ritmo y presionó mis caderas contra la cama para evitar los movimientos dirigiendo su ritmo, entonces, riéndome, le regañe, tirándole a la cama.
- ¿No crees que te estás pasando de mandón?
Me besó para callarme.
- Deja que siga acariciándote por favor.
Me puse paralela a el, mirándole a los ojos, llevé mis manos entre sus piernas, el me correspondió. Volvió a acariciarme, esta vez despacio, fue llevando su boca a mis pechos, y mirándome a los ojos los lamió, sabiendo como me excitaba cualquier contacto con ellos.
Apreté sus testículos con fuerza.
- ¿Paro? Me preguntó extrañado
- No, lo que te digo es que me quedo con ellos en la mano si lo haces.
Escuché una carcajada que me sonó a música celestial.
- ¿Te he dicho que me encanta tu sutileza? Dijo irónico.
Plas
- ¿Te he dicho que te estás pasando? Contesté en el mismo tono.
Algo tocó en ese momento que comencé a jadear. El me observaba absorto, concentrado en seguir moviéndose de la misma manera ya que parecía haber encontrado el botón mágico. Cuando me cansé le tiré sobre la cama y me puse sobre el clavándome poco a poco hasta que no quedaba nada de su sexo al aire.
Me tumbé sobre su cuerpo apretando mis músculos sobre su polla, mis caderas contra su cuerpo y mi boca contra la suya.
Tras esos primeros segundos de calma, me puse en cuclillas y comencé a follarme pellizcando sus pezones, presionando sus hombros contra la cama, agarrándome a su pelo, follándome cada vez más deprisa.
El estaba quieto, dejándose hacer, hasta que no pudo controlarse más y sus caderas empezaron a moverse enloquecidas buscándome.
Mi cuerpo se retorció para que mis manos buscaran sus testículos, presionándolos nuevamente. Comenzó a gritar excitado. Pensé que se correría y le advertí que no debía hacerlo.
- No, no, aun no me corro, se lo que debo hacer en ese momento, tranquila. Me dijo llevando mi cuerpo hacia el suyo para besarme, lo que hizo que bajáramos el ritmo pero que lo cambiáramos por un momento cargado de pasión. El aprovechó la cercanía de nuestros cuerpos para recorrerme despacio.
Sonreí.
- No era una promesa y necesito sentirte.
- No he dicho nada
- Pero lo has pensado y ya ibas a darme un azote.
- No necesito escusas para eso.
Plas.
Suavemente comienzo a azotarle, despacio, en unos movimientos cargados de erotismo, pero a cada una de esas palmadas el lleva sus caderas fuerte hacia mi, como si con ellas ejerciera presión sobre su cuerpo.
Sus manos no dejan de recorrerme, de la misma manera calmada en que le azoto hasta que, no se muy bien porqué la pasión se descontrola y comienzo de nuevo a fóllale como poseída.
Llevó sus manos a mi pecho haciendo que presione levemente.
Mis jadeos me delatan y comienza a gritar pidiendo mi orgasmo.
Cierro los ojos, continuo mis movimientos, grito, me agarro a su pecho, le tomo con mis músculos, me muevo enloquecida.

- Ahhhhh
No es solo el grito el que delata mi orgasmo, su polla empapada también sabe algo de eso.
Me levanto un poco, acaricio mi sexo empapado y llevo los dedos a su boca.
En ese momento el mundo de paraliza para el.
Coge mi mano y despacio me mira a los ojos, saca la lengua y guiando el movimiento de mi mano la coloca sobre ella. Como si lengua y dedos de hubieran quedado pegados mis dedos se esconden entre sus labios y siento como los acaricia. Cierra suavemente los ojos como si privarse de la visión le fuera ayudar a degustar mejor.
Mis movimientos sobre sus caderas no han parado, aunque son suaves, mi mano vuelve a sus testículos, y una presión sobre ellos le saca del momento de ensueño en el que esta degustando mi sabor para llevarle a la realidad de estar siendo follado, de que su sexo esta a punto de reventar y que cada roce en sus testículos es una pequeña tortura ya que siente que no puede más.
- Me voy a correr Ama, no puedo más.
Sabe que ese Ama no es necesario, pero así lo siente, y me encanta cuando le sale de forma tan natural.
Descabalgo de su cuerpo pero rápidamente mis manos sustituyen a mi sexo. Me tumbo de lado, se coloca de rodillas en la cama y pidiendo permiso con la mirada lleva la mano que le sobre entre mis piernas mientras entre los dos motivamos a su sexo a que descargue sobre mi pecho.
No tarda en hacerlo, echando la cabeza hacia atrás, sin ver donde está cayendo su leche. Soy yo la que lo hago caer sobre mi pecho, como tantas veces hemos fantaseado.
Abre los ojos cuando da por finalizada su corrida y se queda observando  como la extiendo sobre mi pecho.
Su mano continúa agarrando su sexo y cuando mi boca se acerca a besarlo agradeciendo el placer proporcionado, me lo ofrece entregado.

Dejo mi cuerpo caer sobre la cama en un exagerado desfallecimiento, se acerca a mi boca regalándome un largo beso.
- Gracias.
Descansa su cabeza sobre mi pecho, mis dedos de enredan en su pelo, el silencio invade todo el hueco que no llenan los pensamientos.
Se que ambos estamos recapacitando, asimilando lo que acabamos de vivir, si es que un momento tan largamente esperado se puede asimilar en unos minutos.
Levanta la cabeza.
- ¿Puedo ama?
Dice sin más.
Yo se qué desea, no necesito que diga mas, y si, se lo ha ganado.
- Si
Contesto escueta.
Ansioso coloca la cabeza sobre mi cabera derecha y comienza a hundir suavemente sus dedos en mi sexo, acariciándolo y adorándolo como tantas veces había deseado.
Como si ese gesto le devolviera a la vida, al tiempo que me acaricia comienza a hablar sin parar. Entonces, de manera inconsciente pero muy real, a través de sus palabras empieza a entregarme esa parte de su alma que, diga lo que diga, había permanecido guardada entre candados hasta entonces.
Se lo había dicho, no tengo prisa, serás mío, y en ese momento, en ese preciso instante, lo estaba siendo.